18 de febrero: Día de los pastorcitos de Fátima: ¿Está dispuesto a escuchar este llamado antes de que sea demasiado tarde?
El sol resplandece en lo alto, y una multitud de fieles se congrega en torno a tres pequeños pastorcitos que, con el corazón acelerado y los ojos fijos en la visión celestial, reciben un mensaje que cambiará el curso de la humanidad. De pronto, la Virgen María muestra ante ellos un abismo de fuego, donde incontables almas caen como hojas secas, consumidas por el tormento eterno. Un grito ahogado recorre el aire. La visión es insoportable. Jacinta tiembla, Francisco baja la mirada, Lucía apenas puede contener el horror. Imagine estar en Cova da Iria, en aquel 13 de julio de 1917. Usted, de pie junto a ellos, siente el estremecimiento de lo que presencian.
El infierno es real.
El impacto de esa revelación marcó para siempre a los pequeños videntes. Con lágrimas en los ojos, Jacinta exclamó con voz temblorosa pero firme:
“Si los hombres supieran lo que es la eternidad, harían todo para cambiar de vida.”
¿Y usted? ¿Qué haría si supiera, con absoluta certeza, que cada acto en la Tierra tiene un eco en la eternidad?
El contexto de una frase que puede cambiar vidas
La frase de los santos pastorcitos no fue una idea aislada, sino la consecuencia de las apariciones de la Virgen María en Fátima. Desde mayo hasta octubre de 1917, la Madre de Dios les confió mensajes de penitencia, oración y reparación. Pero fue en julio cuando recibieron el más estremecedor de los secretos: la visión del infierno.
Jacinta, la más pequeña, quedó profundamente impresionada. Se volvió seria, recogida y ofrecía sacrificios constantemente. No había sufrimiento que rechazara, porque entendía que con ello podía ayudar a rescatar almas del destino terrible que había visto. Francisco, por su parte, centró su vida en la adoración y consolación del Sagrado Corazón de Jesús, buscando reparar las ofensas que los hombres cometían contra Él. Ambos comprendieron que la vida terrenal era apenas un soplo comparada con la eternidad y que cada acto, por insignificante que pareciera, tenía repercusiones eternas.
El mensaje de Fátima: devastador, pero esperanzador
Las palabras de los pastorcitos no eran solo una advertencia, sino una invitación a la conversión. No hablaban desde el miedo, sino desde el amor. Si la eternidad puede ser un tormento para quienes se alejan de Dios, también es una promesa de felicidad para quienes viven en Su gracia.
La Virgen, con su ternura infinita, no dejó su mensaje en una advertencia sin esperanza. Después de mostrar el infierno, proclamó con una certeza que resuena en la historia: “Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará.” Estas palabras son la garantía divina de que el bien prevalecerá, de que la conversión es posible y de que aún hay tiempo para elegir el camino de Dios.
San Francisco y Santa Jacinta Marto vivieron y murieron con esta certeza. Ofrecieron sus vidas en sacrificio por la conversión de los pecadores, como la Virgen les había pedido. Jacinta sufrió una dolorosa enfermedad en soledad, aceptándola con amor, mientras que Francisco falleció rezando con serenidad, con la mirada puesta en el Cielo.
Este 18 de febrero, en su fiesta, recuerde su mensaje
La eternidad es real y cada uno de nosotros está llamado a elegir su destino. Si los hombres supieran lo que es la eternidad, harían todo para cambiar de vida.
¿Y usted? ¿Está dispuesto a escuchar este llamado antes de que sea demasiado tarde?