Un santo de nuestro tiempo con alma medieval
Septiembre está marcado por la memoria de uno de los santos más impresionantes y cercanos a nosotros: San Pío de Pietrelcina, el humilde capuchino conocido en todo el mundo como el Padre Pío. Su fiesta litúrgica se celebra el 23 de septiembre, y es ocasión privilegiada para dedicar este mes a conocerlo, acercarnos a su vida y pedir su intercesión.
Lo extraordinario del Padre Pío es la época en la que vivió. Nació en 1887 y murió en 1968, en pleno siglo XX, en un mundo de grandes avances tecnológicos y profundos cambios sociales. Y sin embargo, su existencia parecía marcada por el espíritu de la Edad Media. Los dones místicos que recibió, los estigmas visibles que llevó durante cincuenta años, las horas interminables en el confesionario, su lucha constante contra las fuerzas del mal y su amor ardiente por la Cruz nos hablan de un hombre que bien podría haber sido contemporáneo de San Francisco o de Santa Catalina. Su vida fue, en medio de un mundo moderno, un signo vivo de lo eterno.
El secreto de su vida: la Cruz de Cristo
El Vaticano recuerda de él que “puso en la cumbre de su vida la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria”. Y así fue. El Padre Pío vivió unido al sacrificio redentor de Cristo, abrazó el sufrimiento como medio de purificación y pasó jornadas enteras conversando con Dios en la oración.
En una época dominada por la ciencia y el progreso, la figura de este fraile estigmatizado se presentaba como un escándalo y un misterio. La mentalidad moderna no supo dar respuesta a los prodigios que lo acompañaban; sin embargo, su humildad y su obediencia a la Iglesia eran tan grandes que en todo momento buscó desaparecer para que solo brillara Cristo.
Un mes de gracia y recogimiento
Este mes de septiembre puede ser para usted una ocasión de gracia. Es un tiempo para detenerse y mirar la vida del Padre Pío, y dejarse interpelar por su ejemplo. Él nos recuerda que lo esencial de la vida cristiana no son las maravillas extraordinarias, sino lo que está al alcance de cada alma: la confesión sincera, la participación fervorosa en la Eucaristía, la oración perseverante, el amor confiado a la Virgen y la aceptación del sufrimiento ofrecido por amor a Dios y a las almas.
Quien se acerca a este santo no lo hace simplemente para admirar fenómenos místicos, sino para redescubrir el corazón mismo de la fe.
Una invitación a la devoción
Le animo a que, en este mes, abra el corazón a la intercesión del Padre Pío. Dedique un momento al silencio, medite sobre su entrega, pídale la gracia de acercarse más a los sacramentos y de vivir con mayor amor a Cristo crucificado.
Y si lo desea, puede también confiarle sus intenciones al Santuario de San Padre Pío, donde tantas almas experimentan su ayuda.
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Conclusión: un faro de fe en medio del mundo moderno
Que este septiembre no pase desapercibido. El Padre Pío sigue siendo un faro de fe en medio de un mundo que ha perdido muchas veces el rumbo. Su vida nos recuerda que, aun en los tiempos modernos, la santidad no es solo posible, sino que es necesaria.
Dejemos que su ejemplo nos lleve a una fe más profunda y a una confianza absoluta en la misericordia de Dios.