San Ezequiel Moreno: claridad frente al mal y fidelidad a Cristo

Un obispo para tiempos de confusión

San Ezequiel Moreno (1848-1906), misionero agustino recoleto y obispo de Pasto, es recordado por su ardiente celo pastoral y por su intercesión ante Dios en favor de los enfermos de cáncer. Sin embargo, su figura va más allá de la piedad devocional. Fue un pastor que no se dejó seducir por los errores de su tiempo, que supo desenmascarar el mal allí donde se presentaba y que no temió llamar a sus fieles a la claridad de una decisión: vivir con Cristo o apartarse de Él.

En su predicación y en su vida pastoral, San Ezequiel mostró que el auténtico amor al prójimo incluye también la valentía de señalar lo que aleja de la verdad. Su testimonio es un faro para los cristianos de hoy, que se ven rodeados de ideologías y corrientes que buscan silenciar la voz de la fe.

“O con Jesucristo, o contra Jesucristo”

La doctrina central de San Ezequiel puede resumirse en esta expresión tan sencilla como radical: “O con Jesucristo, o contra Jesucristo”.

No se trata de una exageración ni de un lenguaje propio de su tiempo; es la verdad eterna del Evangelio. El mismo Señor lo dijo: “El que no está conmigo, está contra mí” (Mt 12,30). El santo obispo lo recordó con fuerza a su grey, porque comprendía que muchos cristianos de su época querían refugiarse en una supuesta neutralidad, evitando comprometerse públicamente con la fe.

San Ezequiel denunció esa tibieza como una ilusión peligrosa: quien pretende mantenerse en medio, sin pronunciarse, en realidad ya ha tomado postura, aunque no lo diga. Y esa postura, consciente o no, lo coloca en el bando contrario a Cristo.

La tarea de identificar el mal

El santo obispo fue particularmente claro en su rechazo al liberalismo anticatólico de su tiempo, porque lo veía como un veneno para las almas: una corriente que, bajo la apariencia de libertad, quería expulsar a Dios de la vida social.

Pero su enseñanza no se reduce a un contexto histórico. Nos deja un principio válido para siempre: el mal suele disfrazarse de bien, presentándose como progreso, como tolerancia o como modernidad. Por eso el cristiano necesita ejercitar la virtud del discernimiento.

Usted está llamado a mirar con atención la realidad que lo rodea y preguntarse: ¿este camino me conduce hacia Cristo o me aleja de Él? ¿Esta ideología, esta ley, esta costumbre que el mundo celebra, me permite vivir el Evangelio o lo contradice? Esa es la clave para no dejarse engañar por falsas luces que terminan apartando del Señor.

La falsa neutralidad: un enemigo silencioso

San Ezequiel advertía que la neutralidad es uno de los grandes engaños espirituales. El silencio, cuando Cristo y su Iglesia son atacados, no es una opción cristiana; es una renuncia al deber de testimoniar la verdad.

Usted, que se reconoce católico, no puede pensar que la fe es solo para la esfera privada. Callar frente a la blasfemia, aceptar en silencio la injusticia o relativizar la verdad para “no incomodar” es colocarse en terreno enemigo.

El santo obispo no llamaba a una actitud fanática, sino a una postura clara, firme y serena. Defendía la fe con caridad, pero con una caridad que no negocia la verdad. Y esa es la lección que nos entrega: el verdadero amor a Cristo nunca puede ser mudo ni tibio.

Una lección para nuestro tiempo

En su tiempo, San Ezequiel levantó la voz contra los errores que querían borrar la fe de la sociedad. Hoy, más de un siglo después, su enseñanza sigue siendo actual.

Vivimos en un mundo que relativiza todo, que ridiculiza lo sagrado, que convierte el pecado en espectáculo y que pretende encerrar a Dios en la esfera íntima. Frente a esta realidad, el santo obispo nos recuerda que el cristiano no puede ser espectador. Usted no puede contentarse con mirar cómo el mal avanza en silencio, ni puede refugiarse en un cómodo “no me meto”.

San Ezequiel lo diría con claridad: o usted está con Cristo, defendiendo su fe con la vida, con la palabra y con el ejemplo, o sin darse cuenta terminará del otro lado, arrastrado por el espíritu del mundo.

Conclusión: elegir el lado de Cristo

La vida de San Ezequiel Moreno nos muestra que el Evangelio es radical: exige definición, decisión y coherencia. El santo, patrono de los enfermos de cáncer, no solo intercede por quienes sufren en el cuerpo, sino también por quienes combaten la enfermedad del alma: la tibieza y la confusión.

Usted está llamado hoy a tomar una decisión clara. Mire a su alrededor, contemple la realidad y no tenga miedo de reconocer dónde se esconde el mal. Y una vez identificado, no permanezca callado ni indiferente. Tome postura, con humildad pero con firmeza, porque el Señor espera de cada uno una respuesta sincera: estar con Él, siempre y hasta el final.

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