Halloween y el Día de Todos los Santos: una elección que revela el alma

Cada fin de octubre, el mundo celebra lo oscuro y lo macabro bajo la apariencia de diversión inocente. Pero el cristiano no puede mirar con indiferencia una fiesta que banaliza el mal y acostumbra el alma a convivir con la sombra. Halloween exalta lo que el corazón creyente está llamado a rechazar: la confusión, el miedo y la pérdida del sentido de lo sagrado.

Frente a ello, el Día de Todos los Santos resplandece como una respuesta luminosa: una celebración de la victoria de la gracia, de los que vencieron al mundo por amor a Dios. Es la verdadera fiesta de la vida, de quienes eligieron la luz y alcanzaron la gloria eterna.

Esta fecha nos invita a la coherencia de fe. No se trata de huir del mundo, sino de vivir en él con discernimiento, testimoniando que la alegría cristiana no se encuentra en la oscuridad, sino en la santidad. Adornar el hogar con imágenes de santos, rezar en familia o contar sus historias son gestos sencillos que devuelven a esta época su sentido verdadero.

Cada año, la pregunta es la misma: ¿celebramos con quienes glorifican la muerte o con quienes ya viven en la gloria del Cielo?
El cristiano elige la luz, porque toda fiesta debe proclamar una verdad eterna: la santidad es posible y la luz siempre vence.