Del Corazón abierto brotó la Sangre que nos salvó: el vínculo inseparable entre el Sagrado Corazón de Jesús y su Preciosísima Sangre

Del Corazón abierto brotó la Sangre que nos salvó: el vínculo inseparable entre el Sagrado Corazón de Jesús y su Preciosísima Sangre

Del Corazón traspasado de Jesús brotó la Sangre redentora, signo real y eterno del amor de Dios. No fue una herida cualquiera, sino la apertura del centro de su amor divino, de donde manaron la Sangre y el Agua, símbolos de redención y purificación. La devoción al Sagrado Corazón no puede separarse de la veneración a su Preciosísima Sangre, pues ambas expresan el mismo misterio: un amor concreto, doliente y entregado.

Adorar la Sangre de Cristo es adorar el Corazón que la derramó; consagrarse a su Sangre es responder al amor que se ofreció hasta el extremo. Ante un mundo que olvida o desprecia ese amor, los fieles están llamados a consolar, reparar y responder con fe viva y adoración sincera al Corazón que tanto ha amado a los hombres.